miércoles, 1 de febrero de 2023

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Yo le pedí por favor que me dejara verte. Ella me ordenó andate. Y me fui. Ahora ella me pide quedate, por favor. Pero me voy. No es una represalia ni mucho menos. Me voy porque me cuesta respirar, Salgo a la calle. Estás hiperventilando, me digo. Mientras camino hacia el auto inspiro y exhalo con profundidad. Me falta el aire. Tú, aire que respiro. Tengo taquicardia, ¿Un ataque de pánico?, me pregunto. Sensación de ahogo. De muerte.

Escucho a lo lejos el ruido de la cosechadora. El del trajín de los peones. Los nuestros y los contratados. Porque la tierra pide brazos. Vibra energía en el aire. La de las máquinas, las de los hombres. Mancomunadas. Y en lo alto, la del sol.

Me llevo días recuperarme del encuentro. De la tensión adicional que me generó el encuentro. Porque de la angustia el responsable seguías siendo vos. Fue ahí cuando recibí la llamada de Adriana avisándome que la abuela había muerto. Sobre llovido mojado hubiera dicho ella. Intolerable saber que ya nunca diría nada, ella que había sido la voz de la familia. Hice de tripa corazón, y sigo robándole frases, y fui al campo. Pero esto ya te lo conté.

Quiero aprovechar estos días. Dedicarme a pleno a La Victorica. En exclusividad. En dos semanas retomaré la facultad. Volveré a mi vida itinerante. Urbana, rural. Desde que la abuela decidió trasladarme a San Pedro la alternancia fue mi destino. Quizás en un futuro el campo gane la partida. Me encuentro hablando de futuro. No es poca cosa.

Me llamó Adriana para avisarme que la cena fraternal de este sábado se postergará una semana. La hija se va a Buenos Aires el fin de semana y le pidió que le cuidara los nietos. No le podía decir que no me explica. No tengo mucha experiencia con respecto a las obligaciones que genera la maternidad, más allá de la infancia por lo visto. Servirá de despedida entonces digo. ¿Por qué? me pregunta. Retomo las clases en la facultad. ¡Qué lástima! exclama te perderemos nuevamente. Suena sincera. Y a una parte de mí también le da lástima. Y para controlar esa porción digo se librarán de mí. Sí ríe pateaste el tablero y nos dejaste a las tres patas para arriba. Yo también río.

Me acerco a la computadora. Nuevo mail. Lo abro sin mirar el destinatario. Magda. ¿Podemos vernos? Me quedo pensando. Estoy mejor. Hace unos días que me siento un poco mejor. No quiero arriesgar mi mejoría. Decido ser sincera. No estoy en condiciones de ser agredida. Me contesta a los pocos segundos. Tengo algo para vos. Mi corazón aletea. ¿Algo tuyo? Por supuesto, acepto.

 

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