viernes, 3 de febrero de 2023

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Hoy fue un hermoso día. Aproveché y me instalé en la galería para preparar mis clases. Aunque haya dado los temas mil veces siempre los preparo. Mi compromiso conmigo misma es innovar. El Negro se acomoda a mis pies. Últimamente se ha convertido en mi sombra. Me atrevería a decir que estoy disfrutando de este momento. Debo, entonces, evitar recordar que mañana me encontraré de nuevo con Magda. Le tiro un palito al Negro. Se levanta como un resorte. Al instante regresa. Debo forcejear para recuperar el palo. Vuelvo a lanzarlo.

 

Vine a Buenos Aires exclusivamente para encontrarme con Magda. Por eso vine en micro, no quiero manejar tanto. No puedo. Estoy cansada, como si me hubiera levantado de una gripe. Llego al mismo bar de la otra vez con diez minutos de antelación. Magda ya está. No me ve entrar. Tiene ambos codos sobre la mesa. La cara enterrada. Me da pena. Se sobresalta cuando me siento. Hola dice. El mozo. siempre atento, se acerca. Un café digo. Dos aclara Magda todavía no pedí. El hombre se está alejando cuando ella indica y una jarrita con leche fría. Ya lo sabía dice el mozo sonriendo. Yo también ya lo sé. Estuve mirando los papeles de Javier me informa y qué raro es escuchar tu nombre en sus labios. Me planteo si debo contarle que tengo las cosas que dejaste en el hotel, pero decido que no. Seguramente me las reclamaría. Saca de su cartera un sobre grande y me lo tiende. No lo abrás acá me indica son fotos de cuando eran novios; me es imposible romper una foto donde él esté, pero me resultaba insoportable conservarlas, por eso te cité; además, te corresponden, lo que pertenece a esa etapa es... busca la palabra legítimo. Ahora viene un ataque, pienso. Todo lo relativo a vos actual lo hice desaparecer: mails, mensajes, lo que le escribiste y te escribió. Su manera de hacer de cuenta que nada de eso existió, pienso. Llegan los cafés. Unos minutos de tregua. Revisé con atención, por suerte confirmé que el... "retorno" no tuvo más que unos meses; me di cuenta enseguida de que algo le pasaba a Javier, estaba cambiado, no me preguntes en qué porque no podría decírtelo, cambiado. Sí quisiera preguntárselo, todo sobre vos quisiera saber. No me lo creerás continúa pero toda la vida supe que ibas a reaparecer. Casi ni respiro, que no se detenga por favor. Qué loco que estés acá dice de pronto no te imaginás lo mucho que siempre pensé en vos. Ahora sí que estoy sorprendida. Magda habla, es obvio que necesita hablar, no está buscando un intercambio. Apenas me mira. Desde que vi a Javier por primera vez me gustó; nos tocó compartir materiales en el laboratorio de Inorgánica; inteligente, simpático, buen mozo, no necesito contártelo, Javier era atractivo, como un imán; te parecerá cursi, pero lo vi y me enamoré. Quisiera decirle que la entiendo, que a mí me pasó lo mismo, pero ella, obviándome, continúa aunque enseguida me enteré de que estaban de novios; él hablaba mucho de vos; Elisa de aquí, Elisa de allá, te admiraba; yo te conocía, por supuesto, todos te conocíamos; la alumna perfecta, los diez en las listas con las notas, nadie quería pasar a rendir después que vos, perdíamos en la comparación. La escucho atónita. ¿Está hablando de mí?, ¿tan lejos estaba yo de lo que generaba? Ni me planteaba cómo me veían mis compañeros, yo iba a la facultad solo por dos cosas: estudiar y verte.  El resto fuera de mi rango de visión. Un burro con anteojeras.  Yo los veía juntos en las clases, en el bar, miraba cómo se miraban; pero nunca perdí las esperanzas; tenía como una especie de presentimiento; me voy a casar con él, me decía, es cuestión de tener paciencia; él era Salazar, yo Sáenz, siempre nos tocaba sentarnos juntos en los exámenes, compartir equipos; yo estaba atenta, esperando la oportunidad; hasta que dejé de verlos juntos en el bar, en los pasillos; le pregunté y me contó que habían terminado; insistí y me contó que la decisión había sido de él; sin embargo, y más a medida que pasaba el tiempo, lo veía mal, caído; yo fui aprovechando el espacio que dejaste, yo siempre estaba cerca para consolarlo no sé de qué; porque más adelante, ya casados, le pregunté por qué te había dejado; no supo contestarme, se enredo en excusas confusas; nunca habló mal de vos, quedate tranquila. Si hay algo que no estoy es tranquila. Soy plenamente consciente de que esta conversación me está haciendo mal, altísimo costo emocional. Pero no junto coraje para levantarme. Por ella que precisa desahogarse, pero sobre todo por mí, que bebo tu presencia en cada una de sus frases. ¿Querés otro café? pregunta de pronto.

 

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