lunes, 17 de octubre de 2022

13

 

 


También llevé la bandera en el acto de graduación. Vinieron todos, un hito en la historia familiar. Me entregaron, además, el primer premio de un concurso intercolegial de escritura. La abuela estaba henchida. Inmensa y henchida. Mi destino, sin que hiciera falta conocer mi opinión, estaba decidido. Universidad de Buenos Aires, Facultad de Agronomía y Veterinaria. La profesora de biología del liceo me acompañó a inscribirme. Yo no conocía Buenos Aires. Nunca olvidaré mi conmoción al vislumbrarla. Fue extraño. A pesar de que mis glóbulos rojos funcionaban a expensas del oxígeno rural, la ciudad, inmediatamente, se incrustó en mis venas. La acepté. La tomé. La hice mía en ese acto inaugural.

Nunca olvidaré el primer día de clases. Me habían conseguido una habitación en una casa de familia sobre avenida San Martín, a pocas cuadras de la facultad. Allí me había instalado dos días antes. Salí, a las siete de la mañana, con un papelito como única brújula. Solo decía (aún lo conservo): Av. San Martín 4453, Pabellón Arata, Física. Llegué antes de que abrieran. Me busqué en una lista interminable con el corazón galopando. Me parecía un absurdo que mi mínima existencia contara en ese enjambre de personas. Nunca había visto tantas juntas. Como si presenciara un milagro, contemplé mi nombre. Aula quince. Mi número de la suerte. ¿Una señal? Hacia allí me dirigí rodeada de pasos, risas, voces. Entré. Dos o tres mujeres salpicando un mar de varones. Me di cuenta de que no había tenido en cuenta que ya no podría hurtar el contacto con los hombres. El azar me sentó a tu lado. Se me cayó la birome al piso. Nos inclinamos a recogerla al mismo tiempo. Nuestras manos se rozaron. Me sonreíste. Un abanico de dientes blanquísimos. La temperatura de mi cuerpo ascendió varios grados. Supe al instante que estaba perdida. Abolida a mi inmunidad. Fémina, al fin.

La birome hizo que te descubriera, pero la historia, la historia nuestra, empezó bastante después. Habíamos ido a estudiar a lo de José Manuel. Nomenclatura de compuestos orgánicos.  Me parece estar viendo la tabla de la IUPAC[1]. José Manuel, Liliana, Eduardo, vos y yo. Liliana había llevado un long play de Roberto Carlos que acababa de comprarse. El gato que está triste y azul/ nunca se olvida que fuiste mía[2]. Fue música de fondo, toda la tarde. Nunca más oíste tú hablar de mí/ En cambio, yo seguí pensando en ti[3]
A la nochecita José Manuel propuso jugar al Juego del Psicoanálisis, se lo habían regalado para el cumpleaños. Aceptamos. Recuerdo una de las consignas: Durante un minuto hable sobre usted. Te tocó a vos. Ahí terminé de enamorarme. A la salida me acompañaste hasta el colectivo. Se ve que mi desempeño tampoco había sido malo porque mientras esperábamos me preguntaste qué iba a hacer el día siguiente. Sábado a la sazón. Nada contesté porque nunca hacía nada, aunque hubiera cancelado por vos cualquier evento. ¿Querés ir al cine? preguntaste. Sentí que me elevaba. Como si me hubieran conectado una manguera con aire. Fellini. La primera película que vimos juntos fue Amarcord[4]. ¿Te acordás?



[1]Unión Interacional de Química Pura y Aplicada

[2]"El gato que está triste y azul", canción de Roberto Carlos.

[3]"La distancia", canción de Roberto Carlos.

[4]Película de Federico Fellini (1973)

2 comentarios:

  1. Esta entrega me gusto mucho. La Mantis comienza nueva vida. Se enamora. Experimenta otras experencias.

    ResponderBorrar

68

  La otra noche, mientras charlaba con mis hermanos, descubrí que ya no quería morirme. Porque muchas veces desde que te fuiste pensé que ...