lunes, 24 de octubre de 2022

16

 


Fue una pesadilla. Para mí y me consta ahora, para vos también. Desde niña supe lo que quise. Y cuando algo se transformaba en mi objetivo no cejaba hasta conseguirlo. Como decía la abuela sobreviviste porque se te puso entre ceja y ceja vivir. Entre todos mis afanes lo que nunca conseguí fue la cercanía emocional de mi madre. Pero creo, también, que nunca me di por vencida. Apostaba a un nuevo logro, otro título, otra parcela comprada. Bombones, perfumes, una heladera con frezeer, un microondas, una aspiradora. Fui variando los rubros con idéntico resultado, una sonrisa tímida, un no hacía falta, yo no preciso nada. Cuando estuvo enferma yo intentaba tomarle la mano, acariciarla, sentí su rigidez. El dolor del rechazo. Ahí te comprendí. Intolerable. Retomo. Fuera de toda posibilidad que yo aceptara tu abandono sin pelearla. Te pedí unos días para poder hacerme a la idea. Te pedí tu compañía durante esos días. Intentaste resistirte pero te la exigí. Te supliqué. Me rebajé. Me enojé. Te busqué. Investigué tus horarios. Te esperé a la salida de tus clases. Me anoté en los mismos cursos que vos. Te llamé por teléfono. Te escribí poesías que luego te dejaba en tu armarito del laboratorio. Tiempo de agonía. Hasta que, meses después te vi en la cafetería con Magda. Te vi besando a Magda. Entré a la cafetería y allí estaban junto al mostrador. Tu brazo alrededor de su cuello. Tu boca buscando la suya. Descubrí al instante que era definitivo. Vaya si fui perceptiva, fue luego tu esposa. Escapé corriendo. Ardí en un infierno. No comía, no dormía. Solo estudiaba. Tuve el mejor promedio de nuestra promoción. Conseguí una ayudantía ad honorem. Luego otra. Desgrabé clases. Preparé alumnos. Alquilé el departamento. Escribí cuentos. Una máquina de hacer. Sí, una máquina. Porque luego de la desesperación inicial las emociones se apartaron de mi vida. Me congelé. Varios compañeros se me acercaron. Yo era joven, activa, inteligente. No volví a querer. No me creíste, cuando décadas después, en nuestro reencuentro, ante tus preguntas te conté que nunca había habido otro. Se te aterraron los ojos. ¿Tu responsabilidad? No exclusiva. Vos le pusiste el nudo al hilo pero yo ya estaba dañada.

Quizás es mi memoria la que idealiza mi infancia. Quizá vuelvo una y otra vez a la niña que fui porque, salvo los dos años compartidos con vos, nunca volví a sentirme plena, vital, feliz. Como si lo vivenciado durante mis primeros doce años hubiera sido la fuente de energía que me permitió seguir viviendo. Recuerdo el primer verano luego de nuestra ruptura. Promocioné todas las materias con lo que se me regalaron dos meses de absoluta libertad. Los pasé en La Victorica, por supuesto. Trabajé a la par de los peones. Como si solo alcanzando la extenuación del cuerpo mi alma adquiriera algo parecido a la paz. ¿Y qué me sucedió? Esto no llegué a contártelo. Quizá nuevamente se te aterrarían los ojos. Tuve fiebre. Quince días de fiebre. La abuela, otra vez, se transformó en mi enfermera. Pero lamentablemente esta fiebre nuevamente no identificada no me trajo el olvido. Habría sido maravilloso que me hubiera arrancado del alma tu existir. No. Me sometió a la tortura adicional de penarte sin poder refugiarme en la acción, mi gran aliada. Por primera vez en mi vida (fui una niña que nunca lloraba) mis ojos lloraban por mí. Yo no los conducía. Mis lágrimas se habían independizado de mi voluntad. Se esparcían por mis mejillas como el rocío sobre el césped matinal. La abuela las enjugaba con su pañuelo. ¡Ay, mi Mantis! la escuché decir creyéndome  dormida ¡qué le han hecho de nuevo a mi niña!, te lo dije, hija, nada de hombres. Yo nunca le había contado nada sobre vos. Quizá en el fragor de la fiebre te había nombrado. No me preguntó nada. Ella me conocía bien. Éramos de la misma madera.

 

4 comentarios:

  1. La Mantis ha sufrido mucho. Lo mejor cuando no te quieren es alejarse, no poder el tiempo, llamandolo. No insistir. Borron y cuenta nueva.

    ResponderBorrar
  2. En algún momento de la vida todas fuimos La Mantis...

    ResponderBorrar

68

  La otra noche, mientras charlaba con mis hermanos, descubrí que ya no quería morirme. Porque muchas veces desde que te fuiste pensé que ...