Yo fui la primera integrante de la familia en ingresar al secundario. Mi abuela así lo dispuso. Luego me siguió Juani, en el agrotécnico, vedado aún para las mujeres. Pero solo para mí el destino final era la universidad. Sé que vos elegiste Agronomía. A mí me la impusieron sin que siquiera me diera cuenta de que me la habían impuesto. ¿Qué habría estudiado si hubiera tenido la posibilidad de elegir?, ¿letras? Porque desde chiquita, me gustó escribir. Lo de mi abuela era la oralidad, lo mío, el papel. Lo de ella, público; lo mío, privado. Hasta que me animé a hacer público lo privado. Relativamente, porque publiqué bajo seudónimo. Soledad Campos. De mis libros no te conté. Aún no te conté. ¿A dónde habrán ido a parar mis cuadernitos Gloria[1] con mis cuentos infantiles?, ¿adónde las pruebas de galera de mi primer libro?, ¿adónde los borradores de las poesías que te escribí? Rastros. Preciso rastros de la que fui para no desintegrarme.
Me gustaba el olor de mi papá. A cigarrillo, a sudor, a caballo. Olor a hombre. Como el de los peones. Al afuera. Mamá olía al adentro, a jabón, a sopa, a manzanas. A lavandina a veces también. A lavandina sí que no me gustaba. La abuela olía a todo. Porque ella reunía en sí el adentro y el afuera. Era la dueña de ambos. El olor de los hombres. Descubrir el tuyo fue una revelación. Otra prueba de lo disímil de nuestro origen. Aroma a lavanda, a Old Spice. Olor a laboratorio. A café. A libros. Tu olor también me gustaba. No excitaba mis sentidos, pero sí mis emociones. Nunca entendiste la diferencia. No supe explicártelo. Pero claro que me gustaba.
Hay diferentes cuerpos. Como los verbos. De acción, de estado, de pasión. Mi cuerpo, convengamos, nació para la acción. Por razones que mucho después comprendí, le estaba vedada la pasión. No pude explicártelo porque aún no lo sabía. Me dijiste muchas veces que no podías tolerar mi rechazo. No era rechazo. Era resistencia. Una resistencia que debía ser zanjada con paciencia. Cada uno se retobó en sí mismo. Yo, niña arisca que no aceptaba presiones. Vos, niño caprichoso que no toleraba frustraciones. No me entendiste. No te entendí. Demasiado sumergidos en lo propio. Creo que nos encontramos a destiempo. Luego la historia lo demostró. Una verdadera lástima.
Éramos más que ocho. La peonada, como la llamaba la abuela, formó parte de mi vida desde que tengo recuerdo. Hombres, muchachos. Permanentes y transitorios. Me ensillaban el caballo, me bajaban de un árbol que, como los gatos, había podido subir, pero no bajar. Me dejaban observar sus tareas. No parecía molestarles. Me trataban casi como a Juani. Para mi alegría no me recelaban por mujer. Imposible, era nieta de mi abuela. Mucho más nieta de mi abuela que hija de mi madre. La Mantis también me decían ellos. Y el artículo no se refería a mi género sino al género del nombre del insecto.
Los niños criados en el campo aprenden pronto los secretos de la vida. Ven cerdas parir, gallinas poniendo huevos. Ven toros montando vacas. Ven perros y perras escapando soldados cuando se los ahuyenta. Ven también la muerte. La espontánea de un gato. La provocada de un lechón. Pese a adorar a los animales no me hacía aún planteamientos éticos. Nacer y morir era sencillo. Te reitero, creo que fui una niña feliz. Estaba orgullosa de mi familia. De mi clan. Como decía la abuela los dedos de una mano. Nada malo podía pasarnos. Nunca. Eso creía.
Me encanto como LA MANTIS describe los olores de cada uno. En un momento dice que es una niña feliz, pienso que lo dice porque no conoce otro mundo. Muy buen relato
ResponderBorrarPronto se le abrirá el mundo!
ResponderBorrarLos olores me han teletransportado a la Victorica. ¿A quién le estará contando La Mantis todo esto?... ya tengo curiosidad...:)
ResponderBorrarQuién sos, cazadora? Ya sabremos quién es el interlocutor...
BorrarLos personajes comienzan a aparecer y da ganas de seguir sus derroteros. ¡Felicitaciones!
ResponderBorrarMuchas gracias, Diana!
ResponderBorrarSí, las descripciones a través de lo olfativo son muy 🤗 buenas
ResponderBorrarMuchas gracias. Más viniendo de una profe!
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