viernes, 25 de noviembre de 2022

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Casi corrí la última cuadra. Cuando llegué, agitada, ya estabas. Pero yo no me disculpé por la demora. Vos seguías siendo para mí el adjudicatario de todas las culpas y por ende el legítimo reclamador de los perdones. La semana de intensas reflexiones aún no te había removido de ese lugar. En cuanto me senté te encaré ¿ya se te pasó el berrinche? Frunciste el ceño. Veo que no entendiste nada dijiste. Y como temí que el encuentro terminara antes de comenzar reconocí me estoy defendiendo. ¿De qué? preguntaste con un gesto que presagiaba tormenta. Te miré con intensidad, intentando atravesar tu epidermis. ¿Tenés registro de lo que significa todo esto para mí? Moviendo la cabeza de derecha a izquierda con extrema lentitud dijiste cómo voy a saber lo que sentís si sos hermética. Ya te conté que siempre te quise alcé la voz, repentinamente indignada. Con eso no alcanza replicaste yo ya te expliqué que siempre te quise y mirá dónde vinimos a parar. No soy yo la que te abandoné. Tu cabeza seguía bamboleándose, ahora más rápido. ¿Alguna vez vas a admitir tu responsabilidad en la ruptura? Una descarga eléctrica, mis neuronas reposicionándose. Recordé la frase: todo lo que te acontece te pertenece. Hubiera querido detenerme a pensar, pero continuaste acribillándome yo me hago cargo del dolor que te infringí cuando me aparté, pero no me hago cargo de tu soledad posterior, esa soledad demuestra que lo que te digo es cierto, has tenido y tenés una profunda incapacidad para comunicarte con los otros, para transmitir lo que sentís, porque para transmitir lo que pensás sobre temas que no rocen tus emociones sos brillante. Estabas colorado. Me asusté. ¿Vamos a pelearnos de nuevo? intenté ¿para eso me convocaste?  Te llamé porque no puedo desprenderme de vos, la puta digo, una mujer, tres hijos y un nieto y no puedo liberarme de lo que me inoculaste en solo dos años tres décadas atrás, "ni contigo ni sin ti"[1] como diría Sabina  te agarraste la cabeza con las dos manos ¿por qué seguís teniendo poder sobre mí?, ¿para qué mierda me mandaste ese mail?, como a los veinte volvés a enloquecerme, me sacás de mi eje, no me puedo concentrar, me cuesta trabajar, no duermo te descubriste y me miraste con intensidad y lo que me da más rabia, vuelvo a parecer el malo de la película. Los ladrillos de mi construcción interna se iban desprendiendo de a uno, como las piezas de un juego de armar arrojado contra el piso. Vos, ante mí, sufriendo por mí, robándome el lugar. Yo había sido la víctima. Quizás era mi última oportunidad. Te agarré con fuerza las manos. Perdoname te dije. La Mantis pidiendo perdón.



[1]"Sin embargo", canción de Joaquín Sabina.

 

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