viernes, 9 de diciembre de 2022

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Las imágenes no retornaron, pero a medida que transcurrían los días fue creciendo mi certeza. Había sido abusada. Violada tal vez. Y mi cerebro se había defendido olvidándolo. Me llevó varios días relacionar el olvido con la fiebre. La fiebre que se había llevado mi memoria. Y otros varios más relacionar lo sucedido con mi cuerpo rechazándote. De pronto comprendí. Por eso te escribí. Para contártelo. Pero no me animé. Ni en los mails, ni en los cafés previos ni en nuestra luna de miel. Contaminada. Sucia. Mucho tiempo en mi adolescencia me sentí así y no entendía por qué. No me animé a contarte. Cumplida ahora mi promesa. Me alegro de no ver tu cara al enterarte. Contaminada. Sucia.

 

Regresé a Buenos Aires. La revelación absorbiéndome. Hasta que tomé la decisión de escribirte. Giró entonces violentamente mi foco de atención. Pendiente de vos. Dos meses pendiente de vos. Un esfuerzo ocuparme del campo, de la facultad. Otra vez abandonando a la abuela. Vos. Bendito tú eres entre todas las mujeres.[1] Y los hombres y los animales y las cosas.

 

Repito la operación y me sirvo un segundo té. Dulce y caliente. Mi taquicardia al enviarte el primer mail. Mi taquicardia redoblada al recibir tu respuesta. Amor de mi vida. Cuando te leía descubrí que una porción muerta de mi cuerpo tomaba vida. ¿Aquella asesinada por el abuso? Evidentemente la fiebre se había llevado mi memoria junto con mi sexualidad. Enorme el costo que exigió el olvido.

 

El duelo de perderte por segunda vez se fundió con el duelo de perder a la abuela. Dos semanas después de separarme de vos la enterré. Todavía no hace ni diez días. Hasta podría llegar a pensarse en que fue económico.  Concentrar toda la desesperación en un único tiempo. Convalecencia reforzada pero no reiterada. Sufrir de una. Morir por ambos solo una vez. Un único velorio para mi alma. Un único entierro.

 

Anoche tuve una pesadilla. Me vi tirada sobre el heno, un hombre sobre mí, aplastándome. El olor de mis recuerdos. Vino, sudor, estiércol. El sonido de mis recuerdos. Gemidos, gruñidos, mugidos. El dolor de mis recuerdos. Entre mis piernas. Me desperté empapada.



[1]Frase del "Avemaría".

 

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