Resulta evidente que al cumplir mi promesa revivieron mis traumas. Busco en Internet. Amnesia disociativa postraumática. Tratamiento: psicoterapia, hipnosis, fármacos. Porque la abuela está muerta. Seguramente ella portaba la información. Me dejó huérfana de ella y de mi propia historia.
Leí y leí. Sumergida en los libros como si fueran narcóticos. Necesité tomarme un tiempo. Interrumpir este diálogo que por momentos se torna doloroso. Ahora la tormenta ruge. Voy al cuarto de la abuela. Busco su arconcito. Extraigo las manoseadas fotos. De niños amábamos mirarlas. Actividad propia de los días lluviosos. De cada imagen surgían multitud de ancestros. Algunos habían surcado el Atlántico. Otros se habían quedado esperando cartas, allá, en una España doliente. Habiendo alcanzado, unos y otros, la inmortalidad a través de la voz de la abuela que nos narraba, nacimientos, guerras, casamientos, festejos y hambrunas con idéntico entusiasmo. Fotos mudas ahora. Muertas. Las giro. ¿Nunca antes las giré? La apretada caligrafía de la abuela me produce una descarga de adrenalina. Calor, pulso acelerado, boca seca, seguramente dilatadas mis pupilas. Activación del sistema simpático. Lista para huir o luchar. ¿De quién quiero huir?, ¿contra quién luchar? ¿Del recuerdo de aquella noche? Un trueno me sobresalta. De pronto tengo un impulso. Doy vuelta el arcón sobre la cama. Lo sacudo. Se abre un doble fondo. Cabeza abajo, presionada, una foto. La extraigo con cuidado. La niñez se despliega ante mí. Sentados en un banco largo, mis padres, mis hermanos, yo en la falda de la abuela. Parada, atrás, la peonada. Me llama la atención que la foto no tenga bordes blancos, como todas las de la época. Me doy cuenta de que fue cortada en sentido vertical en el extremo derecho. Falta alguien.
Monto a la Colorada y enfilo hacia la casa de Juani. Me lo cruzo en el camino, él también a caballo. Te quiero mostrar algo digo. Nos apeamos. Saco de mi bolsillo la foto y se la tiendo. ¡Qué épocas! comenta sonriendo estábamos todos. Pareciera que no lo corrijo. Me mira. Le señalo el borde cortado. ¿De dónde la sacaste? Del arcón de la abuela. ¿Quién faltará? pregunto. Esta foto yo ya la vi dice me parece que en casa de Adriana; cuando murieron los viejos ella se quedó con la mayoría de las fotos, yo solo guardé un par. Me subo nuevamente a mi yegua. ¿Adónde vas? me pregunta. A lo de Adriana contesto.
Mientras troto entre mis tierras pienso en vos. Recuerdo tus ojos. Tus ojos sobre mí. Esto no tiene retorno dijiste no voy a poder vivir sin vos, sencillamente no voy a poder. Cómo decirte que hacía treinta años que yo vivía sin vos con la certeza de no poder vivir sin vos.
Qué va a descubrir la Mantis...
ResponderBorrarNada bueno...
Borrar¡Qué misterio!
ResponderBorrarSí, recién empieza...
BorrarQuién faltará en esa foto?
ResponderBorrarSe develará en la próxima entrega...
BorrarQue revelara Adriana? Sorpresa para Mantis
ResponderBorrarEl ovillo empieza a desenredarse
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