miércoles, 14 de diciembre de 2022

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Adriana me recibe sorprendida. Me ofrece de todo. Acepto algo fresco. Tengo la garganta seca. Áspera. Apretada.  Estaba cocinando, a la noche se reunirán, el cumpleaños del hijo mayor. Me invita. No quiero interrumpirte digo. Saco la foto y se la muestro. Juani me dijo que le parece que vos tenés una copia. Por eso viniste dice secándose las manos en el delantal. No le quiero mentir por eso callo. Sale de la cocina y regresa a los pocos minutos con un portarretratos en la mano. Estamos todos repite las palabras de Juani por eso la enmarqué, es la única en que estamos todos. Miro la foto. Está completa. El cercenado es un hombre de unos cincuenta años. Robusto. Con sombrero. Lo señalo. ¿Sabés quién es? López contesta enseguida trabajó muchos años acá. Mi cerebro en ebullición. Una extraña conmoción. Te dejo digo seguí trabajando. No vas a venir supongo murmura. El por eso viniste todavía sonando en mí. ¿A qué hora? pregunto. Ya estaba afuera cuando regresé. ¿Me prestás la foto? me mira sorprendida a la noche te la traigo. Regreso galopando. Me aferro con las piernas al cuerpo sudoroso de la Colorada. Somos una. Soldadas.

 

Llego y me acuesto, el portarretratos en la mano derecha. Fijo la mirada en el hombre. El hombre cortado. Cercenado. Después cierro los ojos. En un segundo el hombre cortado está sobre mí. Tengo una arcada. Voy al baño y vomito. Regreso a la cama. Entonces, finalmente, se descorre el telón. Y yo soy la única espectadora.

Es de noche. Se fueron todos al casamiento. La abuela ya se durmió. Escucho mugidos. Seguramente es la Manchada. Hoy escuché que está por parir y es la primera vez, debe de estar asustada. Me pongo las alpargatas y salgo como estoy, en camisón. Llevo la linterna de papá. Se va a enojar si sabe que se la agarré. Ustedes rompen todo siempre dice. Ustedes somos Juani y yo. Hace frío. Voy hasta el establo. Los mugidos son intermitentes. Sí, es la Manchada. Cuando me ve se tranquiliza. Me acerco y le acaricio la cabeza. Escucho un ruido. Un ruido diferente. Parecen pasos. Son pasos. Pasos que se acercan. Una sombra se delinea en el vano de la puerta. La ilumino con la linterna. Me tranquilizo, es López. ¿Qué hacés acá a esta hora? me pregunta. Vine a ver a la Manchada le explico me parece que está a punto de parir. ¿Y qué, le vas a meter las manos dentro, vos? El foco le da en la cara. Lo sigo iluminando mientras se acerca. Entonces siento el olor. A vino rancio. De un manotón me saca la linterna. Ahora la iluminada soy yo. Estás grande dice te están creciendo las tetas. Instintivamente cruzo los brazos ocultándolas. El corazón me empieza a galopar. Me quiero ir. Sin intentar recuperar la linterna me dirijo hacia la puerta. La Manchada reanuda sus gemidos. López me agarra del brazo. ¿Adónde te creés que vas, mocosa? Dejame digo pero no me suelta. Entonces grito dejame. Grita tranquila dice no hay nadie. Yo me acuerdo de la abuela y aunque sé que está lejos y dormida grito de nuevo. Él me empuja y caigo sobre la paja. Cuando intento sentarme me empuja con el pie, con la bota sucia. Embarrada. Caigo de nuevo. Él se tira sobre mí. Su olor asqueroso me inunda. Me aplasta. Intento liberarme pero no puedo. Grito. Me tapa la boca con la mano. Está oscuro. Totalmente oscuro. Él me levanta el camisón. Me baja la bombacha. Intento patalear, pero su peso me inmoviliza. Olor a vino, a sudor, a estiércol.  Siento una mano entre mis piernas. Las aprieto. Me las separa. Jadea. De pronto un punzante dolor. Grito. Él gruñe. La Manchada muge. Ahora es él el que da un grito mientras se desploma sobre mí. Luego se separa. Un olor desconocido, ácido, se suma a los anteriores. Mocosa de mierda dice mirá lo que me hiciste hacer, la culpa es tuya. Una furia intensa se apodera de mí.

 

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