Fue un sueño, una pesadilla, me digo. Pero sé que no. Miro el reloj. Las siete ya. Me siento en la cama. Luego me incorporo. Descalza me acerco a la ventana. Anochece. Tengo taquicardia. Inspiro profundo. Descalza voy a la cocina. Pongo agua a hervir. Al escuchar mi trajín el Negro raspa la puerta. Abro y le hago señas para que pase. Me mira sorprendido. Nunca lo dejamos entrar. Perro de campo. Vive embarrado. Entra, sigiloso, y se acuesta en un rincón. La cabeza sobre las patas, la cola se agita. Lo necesito. No quiero estar sola. Me preparo un té.
¿Te hubiera podido contar todo esto cara a cara? Lo dudo. No se puede contar. No se debe contar. Mientras no lo cuente no habrá sucedido. Casi cuarenta años de silencio. Qué necesidad habría de compartirlo ahora. Además, ¿con quién?, ¿para qué? El rostro de la abuela cruza por mi pantalla interna. La abuela supo. La abuela calló. Por eso fue la carcelera de mi fiebre. Quizá temía que en el delirio confesara lo que no tenía que confesar. ¿Confesar? Me extraña el verbo que me sobrevino. La culpa es tuya había dicho el hombre. Claro, cómo deambular en camisón en plena noche. Una provocación. Yo lo había provocado. Tal vez la abuela creyó que yo era la culpable por eso me acalló. Cuando me incorporo para servirme otro té el Negro levanta la cabeza y me mira. La cola retoma su compás. Estoy agotada. Dormí toda la tarde y estoy agotada. Me voy a acostar, pienso. Dormir para no pensar. Ahora la foto está sobre la mesa de la cocina. No tengo registro de haberla traído. La miro. La miro y regresan las arcadas. Veo a Adriana en la foto. Recuerdo mi promesa. Podría llamarla y decirle que me siento mal. Es cierto, además. Por eso viniste. No, no tengo chance. Hago salir al Negro que se retira cabizbajo. Me daré una ducha. Me va a ayudar.
La cara de alegría de mi hermana al verme compensó el esfuerzo de vestirme y salir. Me conmovió la demostración de cariño de mis sobrinos. No sé cuántas veces charlé con ellos. Una parva de sobrinos nietos. Adriana es muy afortunada. Se la veía feliz. Orgullosa cuando yo alabé a su prole. Mi cuñado un ente, como siempre. Un ente pero mi hermana no duerme sola. Cuando ya me estaba por ir se me acercó una de sus nietas. Soy Camila se presentó por si no te acordás, somos tantos. Pero sí había reparado en ella porque la sorprendí mirándome varias veces. Tengo que dar un examen de química, ¿me podrías ayudar? Por supuesto le contesté pedile a tu abuela mi celular y me llamás cuando quieras. Los ojitos se le iluminaron. Ella dice que sabés todo.
El papel de la abuela... Y al final, un poco de resuello en el camino de la Mantis: "ella dice que sabés todo"
ResponderBorrarComienza a acercarse a su familia.
BorrarEl acercamiento a la familia es muy importante. Y la sobrinanieta puede alegrar la vida de Mantis.
ResponderBorrarEn esa dirección vamos.
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