lunes, 19 de diciembre de 2022

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Me desperté tarde. Sorprendida de haber podido dormir. Sin pesadillas, además. Pero en cuanto vi el fondo de la taza y solo migas sobre el plato vacío regresó la inquietud. Una legión de insectos recorriendo mi abdomen, mi garganta, mi cuerpo todo. ¿Nadie supo lo que me había pasado?, ¿solo la abuela y yo? Porque no tengo dudas de que ella sí estaba al tanto. ¿Mis padres lo habrán sabido?, ¿la abuela cargó sola con tamaña mochila? Al menos no quedé embarazada, pienso. Suena el teléfono. Marisa. Seguramente se enteró de mis visitas a Ana y a Adriana. Marisa, la hermana tercera, supongo que habrá sido una decepción recibir otra niña. Qué queda para mí, pensarás. Pero yo, al menos, aterricé luego de cinco años de pausa. Quizás una alegría para mi madre que de nuevo hubiera un bebé en la casa. Su función justificada. Nunca sentí haber sido una carga. Tal vez como fui desahuciada al nacer, mi terco aferrarme a la vida le otorgó valor agregado a mi minúscula presencia. La llegada de Juani fue una fiesta. El mimado de todos. Juani fue una fiesta. Un chiquillo que robaba corazones. Era imposible no quererlo. Aún recuerdo sus cachetes colorados, sus ojos enormes, su carita de manzana. Marisa proponiéndome almorzar. Ella también agregó estaré sola. Mis hermanas siempre fueron miméticas. Le dije que iría, claro está. No sé si con genuinas ganas, pero sí con la enorme necesidad de vaciarme de mis fantasmas aunque sea por un par de horas.

Pienso en vos. Todo el tiempo pienso en vos. Como dijo Borges Hay una línea de Verlaine que no volveré a recordar, /hay una calle próxima que está vedada a mis pasos,/hay un espejo que me ha visto por última vez,/hay una puerta que he cerrado hasta el fin del mundo./Entre los libros de mi biblioteca (estoy viéndolos)/hay alguno que ya nunca abriré./Este verano cumpliré cincuenta años;/la muerte me desgasta, incesante.[1] Lo que no se repetirá. Solo treinta y seis horas nos fueron concedidas. Mezquino y maravilloso regalo de los dioses. ¿Afrodita?[2] Ya me habías enseñado que el paraíso me podía ser arrebatado de un plumazo. A los veinte logré sobrevivir. No estoy tan segura de que ahora sea posible. Debiera existir el trasplante de almas. Quizá pudiera otorgárseme un alma exenta de vos. Un alma con espacio para otros amores. En la mía fuiste inscripto con tinta indeleble. Y si en treinta años no conseguí borrarte por qué habría de suponer que ahora vaya a lograrlo. Moriré, lo sé, hambrienta de vos. Dolor del alma y del cuerpo. Porque en este segundo abandono también. colonizaste mis sentidos. Un exuberante banquete de treinta y seis horas que en lugar de saciarme me aportó la conciencia de mi hambre feroz.

José me ensilló la Colorada. Mi auto trocado hace días en calabaza. O en bella durmiente si quiero una imagen más amable. ¿Cómo se visitarán mis hermanas?, ¿caminando?, ¿a caballo?, ¿en bicicleta?, ¿en auto?, ¿en tractor?, ¿se visitarán? Tan ajena a sus vidas a pesar de haberme sentido responsable desde siempre de su sustento.



[1]"Límites" poema de Jorge Luis Borges.

[2]Diosa griega del amor.

 

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