viernes, 23 de diciembre de 2022

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Me hubiera gustado conocer a tus hijos. Más allá de las fotos que me mostraste, orgulloso de tu descendencia. Si hubiéramos tenido hijos quizá serían parecidos. Porque Magda tiene mis colores. Tenía porque ahora se tiñó de rubia. Te han gustado las morochas. Antes, al menos. Los ojos de Magda son claros. Ojos que tus hijos no heredaron. Tienen ojos oscuros como los míos. Ojos de hurí turca decías como los de las protagonistas de Allan Poe.

Detengo bruscamente a mi yegua y enfilo hacia lo de Juani. Lo encuentro en el invernadero. ¿Ahora qué pasa? me pregunta sonriendo. ¿Vos sabés cómo murió López? repito mi pregunta. Creo que de un accidente. ¿Dónde?, ¿cuándo? Mi ansiedad desbordada. ¡Qué sé yo, Mantis! el fastidio de mi hermano yo era un chico, ¿qué mosca te picó? Sin tiempo para evitarlo las palabras se deslizan de mi boca. Me parece que me violó. ¡¿Qué?! Y aunque no lo creas, Javier querido, las lágrimas se agolpan en mis ojos. Lloro. Por primera vez en mi adultez lloro frente a mi hermano.

Ahora hay tres personas que lo saben. Juani, vos y yo. Y Juani no me miró con repugnancia. Solo con infinita sorpresa. No sé cómo ayudarte dijo yo no me acuerdo nada, quizá Ana sepa más; ella era la confidente de mamá, preguntale. Un impacto. Mamá le hacía confidencias a alguien. Un absurdo ramalazo de celos. Yo no quiero que Ana conozca mi vergüenza. Ella no. Como si representara al mundo externo. Juani es yo. Vos sos yo.

Volví a casa. Comí algo y ahora charlo de nuevo con vos. Me cuesta reconocerme. Ser propietaria de una historia hasta ahora ajena a mí. Historia que recién me permite, bordeando los cincuenta, comprenderme. La abuela la conocía, pero había decidido ocultármela. Un rencor, vago pero rencor, brotando en mí. ¿Tuvo derecho? ¿Si yo lo hubiera sabido antes habría virado el rumbo de mi transcurrir? ¿Habría podido volcarme en tus brazos? ¿Habríamos podido formar una pareja, una familia? ¿Tus hijos serían míos? Quizá. Nunca lo sabré. Como dice Kundera El hombre vive solo una vida y no tiene modo de compararla con sus vidas precedentes ni de enmendarla en sus vidas posteriores.[1] No tiene arreglo. Mi vida no tiene arreglo.

Pasé horas pensando cómo encarar a Ana sin tener que darle explicaciones. Quizá Marisa le había comentado mi pesquisa. Cómo justificar mi repentino interés por un hombre muerto hace cuarenta años. Cuando ya había desistido recordé el programa de televisión madre de todos mis males. ¿Hubiera sido mejor seguir en absoluto desconocimiento?, ¿en la absoluta negación? Digna nieta de mi abuela, pensé. Una  de las mujeres hablaba de la dificultad para erradicar la culpa. Era la culpa más que la vergüenza lo que impedía compartir lo sucedido. ¿Culpa de qué?, ¿de ser una niña frágil avasallada por un monstruoso adulto? Yo era la víctima no la victimaria. A santo y seña de qué, entonces, seguir escondiéndome.



[1]"La insoportable levedad del ser", novela de Milan Kundera.

 

2 comentarios:

  1. Deber ser dificil superar una violacion, pero vivir con ese recuerdo casi cincuenta años es peor. Mantis ha perdido sus mejores años.

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    1. Lo importante es que pueda integrar ese episodio a su verdadera vida

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