No le avisé que iría porque, en realidad, había decidido no ir. Sin embargo, subí a la Colorada pensando en recorrer las nuevas plantaciones de soja y terminé en las afueras de su casa. Cuando me di cuenta taconeé a mi yegua para retroceder, pero Ana ya me había visto. Me hizo señas y no tuve más remedio que apearme. Até a la Colorada en el palenque. Mi hermana arrastraba una bolsa. La ayudé a cargarla y entramos juntas en el gallinero. Mientras llenaba los comederos Ana me contó que el marido no andaba bien. De nuevo la presión dijo. Raro sentirme partícipe de su cotidianeidad: el maíz, la confidencia. Luego nos dirigimos a la cocina. Me ofreció mate y acepté.
Entre bizcochos de grasa y bombilla saco el tema de mi fiebre. ¿Otra vez? dice fastidiada. Empezamos mal. Seguramente está ansiosa por compartir sus actuales preocupaciones. Hago caso omiso a su resistencia y decido evitar los rodeos. ¿Te acordás de López? pregunto otra vez, ya se me están agotando los hermanos. Hace un gesto extraño con los hombros. Como si hubiera sido habitada por un repentino escalofrío. Es solo una décima de segundo enseguida pregunta ¿cuál López? El peón aclaro nuestro peón. Era más que un peón dice López era la mano derecha de la abuela; y la izquierda de papá, era zurdo papá, ¿te acordás? Ana habla sin mirarme. Está incómoda, pienso. Pero no puedo soltarla. ¿Sabés cómo murió? Se rompió la cabeza contesta. La boca entrecerrada, escupiendo las palabras, ajena a todo tipo de compasión. Me llama la atención. Luego sí me mira. Y a vos, después de miles de años, ¿por qué te importa? Me importa contesto. Y como calla agrego es muy importante para mí. Los ojos de Ana se abren como platos. ¿Por qué? insiste. Teneme paciencia pido y, en un impulso, le agarro la mano. ¿Cómo se rompió la cabeza? insisto. Había como un sótano en el establo, se accedía por un agujero en el que se apoyaba una escalera que se ponía y sacaba, no sé si te acordás; después del accidente lo tapiaron. Me había olvidado, pero de pronto lo recuerdo con claridad. Juani y yo solíamos escondernos allí, se guardaba el alimento para los animales. ¿Se cayó por el agujero? retomo la charla. Asiente con la cabeza. Se lo merecía murmura. ¿Por qué lo decís? Era un borracho contesta con desprecio. ¿Cómo, entonces, fue la mano derecha de la abuela? Viste como es la peonada, se emborrachan solo los fines de semana. Es cierto. Hombres solos en su mayoría. Frío, calor. Dura la vida del campo. ¿Cuándo se cayó? Ana me clava la mirada. ¿Qué andás buscando, Mantis? Mi historia le contesto sin tiempo a pensar. ¿Y qué tiene que ver López con tu historia? Teneme paciencia repito y también repito ¿cuándo se cayó? Un sábado a la noche, habíamos ido todos a un casamiento; al día siguiente lo encontraron muerto en el sótano; vino la policía y todo. Estoy a punto de agregar que Marisa ya me contó, pero callo. La noche en que comenzó mi fiebre agrego más para mí que para ella. Es cierto dice nunca relacioné las dos fechas. Quisiera contarle que Marisa sí los relacionó, pero nuevamente callo. Ana se estruja las manos. Está alterada, pienso. Nos quedamos en silencio un largo rato hasta que Ana arquea las cejas. Tanto que se le arruga la frente. ¿Te hizo algo? No entiendo digo, pero sí entiendo. ¿López te hizo algo? repite. Entonces soy yo la que entierra la mirada en el piso. Mantis, ¿te hizo algo? Un sollozo brota de alguna parte desconocida de mí. Mi hermana se acerca y me abraza.
La hermana sabe todo,aunque Mantis no se lo diga.
ResponderBorrarQuizá tanto dolor sirva para acerrcarlas
BorrarMe puse al día con cuatro capítulos seguidos! Increíbles secretos de familia. Cómo vuelven las situaciones traumáticas!!
ResponderBorrarEn tantas familias hay secretos. Un alivio develarlos
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