Ya somos cuatro: Ana, Juani, vos y yo. A medida que lo oculto se va haciendo visible experimento una suerte de alivio. Ya está. Recuerdo la película Secretos y mentiras[1]. Ya está dice el protagonista lo dije y el sol sigue saliendo. Juani no me miro con repugnancia, Ana me abrazó. Cuánto necesitaría tu abrazo.
Le conté, le conté todo. Con lujo de detalles. Ana esperó que terminara y dijo no supe protegerte. Después se agarró la cabeza entre las manos. No entiendo reclamé. A mí casi me pasa lo mismo; una noche, tendría unos trece años, salí como vos, en camisón, a buscar un libro que me había olvidado en el gallinero; López me acorraló, empezó a decirme guarangadas y a manosearme; yo grité, grité tanto que apareció Adriana; agarró un rebenque y empezó a darle hasta que me soltó, no sé de dónde sacó las fuerzas, era una nena; fuimos corriendo para la casa y nos metimos en la cama, juramos no contárselo a nadie; yo, por vergüenza; ella, por miedo a que la retaran; desde ese momento jamás volvimos a salir de noche; a Marisa tampoco la dejábamos; "los hombres son como los lobos", decía la abuela "de noche aúllan"; a mis hijas no te explico cómo las cuidé; todavía, vieja como estoy, en cuanto oscurece me meto en la casa; a vos, Mantis, no supe protegerte cebó otro mate y me lo tendió me querés creer que nunca más hablé con Adriana de lo que había pasado; esta es la primera vez que se lo cuento a alguien.
Mis recuerdos concluyen cuando corro hacia la casa gritando ¡abuela! ¿Qué pasó después? Revisé el cuarto de la abuela exhaustivamente. No encontré nada. Y ya no tengo a quién preguntar. La noción de ser un iceberg. Más lo escondido que lo visible. La paz alcanzada cubriéndose de desazón. Las paredes me ahogan. Salgo. Mis pasos me llevan al establo viejo. Ya solo se usa de depósito. Entro. Remuevo con el pie la paja del piso. Mis botas chocan con una tabla. Busco un palo, hago palanca y consigo removerla. El agujero ante mí. Entonces, recuerdo.
Necesito tranquilizarme. No sé qué hacer para tranquilizarme. No sé qué hacer. Me asusta mi taquicardia. Me duele el pecho. Necesito ayuda. Por un instante pienso en llamar a Ana. Pero si la llamo le tendré que contar. Y esto sí que no se lo puedo contar. Ni a ella ni a nadie. Quizás a vos. Cuando me tranquilice quizás a vos. Me tiro sobre la cama y cierro los ojos. Intento relajarme. Inspirar. Exhalar. Inspirar. Exhalar.
Tremendos párrafos de esta novela
ResponderBorrarEl drama de tantas...
ResponderBorrarLa confesion de la hermana, impacta
ResponderBorrarCuando una niña es abusada sus hermanas suelen correr la misma suerte
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