miércoles, 4 de enero de 2023

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Me levanto. La cocina está a oscuras. No sé si es de noche. Corro las cortinas. Juani tenía razón. Un hermoso atardecer. Sobre la mesada descubro un paquete. Lo abro. Es fiambre. Y también hay una bolsita con pan. Todavía hay alguien que piensa en mí. ¿Por dónde andará tu mente? Abro el pan con las manos y meto salame y queso. Parada, como un animal, devoro. ¿Cuánto hace que no comía? ¿Qué día es hoy? Agarro el celular para fijarme. No tiene batería. Busco el cargador. Ojalá la vida pudiera cargarse. Mi vida que no tiene sentido.

Montones de mensajes en mi celular. La facultad. Juani. Cada una de mis hermanas. Solo aviso a mi reemplazante que me tomaré otra semana de licencia. ¿Retomaré alguna vez? En robe, descalza, sin bañar vaya a saber desde cuándo. Busco la fecha en el teléfono. No lo puedo creer. Hace cuatro días que no salgo. Voy al baño y abro la ducha.

Esto no tiene retorno dijiste no voy a poder vivir sin vos, sencillamente no voy a poder. Me conmovió escucharte. Quizá mi suerte cambie, pensé. Pero no. Mis cartas vinieron mal barajadas. Desde los doce hasta acá.

Conseguí leer un rato. Murakami. Hombres sin mujeres.[1] Me resulta extraño leer a hombres sufriendo por mujeres. Como si el dolor fuera patrimonio femenino. ¿Será cierto que sufriste por mí? Me lo dijiste, me lo aseguraste pero no logro creerlo. El dolor de no tenerte es patrimonio mío.

Interrumpo la lectura. Ya no logro concentrarme. El establo y el hotel colándose entre las páginas. Pesadilla y ensueño. Ensueño que se transformó en pesadilla. Me levanto.

Vuelvo a la cocina. Abro la heladera. Saco el fiambre pero luego vuelvo a guardarlo. Busco en la alacena un sobre de sopa. ¿Zapallo o espárragos? Qué más da. Sintéticas ambas. Pero preciso algo caliente, que me reconforte. Qué no daría por un plato de sopa hecho por mamá.

En el hotel cenamos lomo. Lomo Strogonoff. Tu favorito. Lo conocí en un bistró en nuestro primer aniversario. Tantos platos me hiciste conocer. Cultura urbana versus cultura rural. Me hubiera gustado que probaras los guisos de mi madre. Estoy segura de que te hubiesen gustado. Nunca me animé a llevarte al campo. Alguna vez lo propusiste, pero no me animé. La eterna sensación de no merecerte. Vergüenza por sentir vergüenza de los míos.

Trato de recordar la última vez que hicimos el amor. Es difícil porque las treinta y seis horas se me presentan como un continuo. ¿Hubo una primera vez y una última o fue todo una eterna única vez?

Termino la sopa y como una naranja. De las nuestras. Dulce, jugosa, deliciosa. Hay algunas cosas que supe hacer. ¿La Victorica es mi obra? Obra de generaciones. La abuela, papá, Juani. La clarividencia de la abuela. Tus hermanas producirán hermosos niños y Juani manejará La Victorica siguiendo tus instrucciones porque vos, Mantis, tendrás que estudiar; el mundo comienza a serme ajeno, deberás ser la voz del futuro, la responsable de que estas tierras sigan alimentando a los que transporten nuestra sangre, no te olvides. En eso le cumplí. Más vale sola... Eso se cumplió. Más allá de mi voluntad se cumplió.

Sé que tengo que llamar a Juani. Pero tengo miedo de sus preguntas. De su mirada. La última vez que hablé con él no sabía de lo que habían sido capaces mis manos. Él era el que mataba los pajaritos. Yo, para todo tan valiente, contra la vida no me animaba.

Cómo imaginar que me reencontraría con Magda en esa situación. Cómo lo pudiste suponer vos. Sí, ahora es rubia. Como mis hermanas. Pero ellas son genéticamente rubias. Ahora teñidas, me imagino. Las tres con distinta tonalidad. Ana, más rojiza. Mi cabello sigue siendo oscuro. Las canas me empezaron tarde. Hasta que te mandé el primer mail planeaba dejarme el cabello gris, como mi madre. Primera tintura de mi vida. La abuela lo tenía blanco. Vuelve el recuerdo del ternero blanco. Que alguien detenga mi cerebro.



[1]"Hombres sin mujeres", libro de cuentos de Haruki Murakami.

 

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