La última vez que hicimos el amor. Vos sobre mí. Tus ojos brindándote. Occi neri, occi neri/ assoluti e sinceri. [1]Estallaste en mí. Yo, casi al mismo tiempo. Tu rostro se transformó en un instante. Una mueca que te desconocía. Me alarmé porque ese rictus me dejaba fuera aunque aún estuvieras dentro. Es el fin, pensé. Mi fin con vos.
Ya no quiero pensar. Ni en el horror de mi pasado recién vislumbrado ni en el horror de mi futuro sin vos. Estoy suspendida en un presente estéril, tratando a gatas de respirar. Toda mi energía comprometida en recordarle a mis costillas, a mi diafragma su función. Contraer. Relajar. El aire me duele. Me acerco a la ventana. Apoyo la frente en el cristal. Está frío. Frío como mis huesos. Frío.
Después te dejaste caer sobre mí. De pronto el registro de tu peso. Nunca pesó tanto, pensé. Quizás el pavor de recordar otro peso. Tu cabeza en el hueco de mi hombro. Pasé mi mano por tu cabello. No respondiste a mi caricia. Es el fin, confirmé, otra vez me dejará.
A través de la ventana lo descubro al Negro. Él también me ve. Se sienta y me mira. La cola agitándose. Me mira con insistencia. Mirada humana tiene este bicho. Haciendo un esfuerzo me aproximo a la puerta y le abro. Sin esperar mi invitación entra. Mueve las patas de adelante en el lugar, indeciso. Le acaricio el lomo. Está tibio. Me siento y lo llamo. Apoya la cabeza sobre mi falda. Paso la mano por su pelaje áspero. Él si responde a mis caricias con un ligero temblor.
Tu inercia me angustia. Al cabo de un tiempo que no logro mensurar susurro Javier. No respondés. Javier, por favor mi voz se eleva. Se me cruza una idea que descarto. Es imposible, pienso. Sin embargo, una descarga eléctrica fulmina mis vértebras. ¡Javier! te llamo. Intento girar tu cabeza. No lo logro. ¡Javier! grito. Con un enorme esfuerzo consigo salir de debajo de tu cuerpo. Quedás boca abajo sobre el colchón. Desnudo. Imitando a la abuela, lo sé ahora pero no entonces, busco tu pulso. Aún late.
¿Por qué no tengo fiebre nuevamente?, ¿por qué ahora estoy condenada a recordar?, ¿por qué soy la dueña de esta vida? Mi niña, la abuela, vos. Ya no puedo con todo. El mito de la fuerte Mantis. Fuerte en tanto no ame.
Logré ducharme. Logré vestirme. Logré llamar. Quedé en encontrarme con Juani. Pobre Juani, él no tiene la culpa. Demasiado peso sobre sus hombros. Es que mis hombros ya no pueden más. Soy un puro manojo de dolor. Dolor y cansancio. Volver a nacer. Volver a conocerte. Torcer la historia.
Me hizo bien trabajar con mi hermano. Por primera vez minutos de alivio. De cierta paz. Mi gesto ante sus primeras preguntas le dejo bien en claro que ese encuentro era ajeno a todo lo personal. Recorrimos buena parte del campo. A caballo, por supuesto. Hablé con el capataz. Planificamos. Las plantaciones están hermosas. Maíz, soja, girasol. Por un instante disfruté al contemplarlas. El fruto de la tierra, El fruto del trabajo del hombre. De su esfuerzo. Sentí orgullo. Tara.
Me hizo bien empaparme de La Victorica, pero ya volví. Y al volver vuelven los recuerdos. La pesadilla.
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