viernes, 20 de enero de 2023

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Llego a lo de Ana. Vine en auto, no sé por qué. ¿Quizá para llegar más presentable?  ¿Cuánto hacía que no pensaba en qué ponerme? Ya están las tres trajinando en la cocina. Olor a bizcochuelo. De naranja, con nuestras naranjas claro. No hacía falta dice Ana cuando le entrego el paquete. ¡Qué rico! exclama Marisa hace mucho que no como masitas; ¿son de lo de Mary? No, de "Las Delicias"[1] aclaro. Más ricas todavía. Recuerdo entonces que cuando éramos chicas a Marisa la cargaban por golosa. Hay cosas que no cambian. Me descubro sonriendo. Qué raro.

Hago girar la llave. Caigo en la cuenta de que en las treinta y seis horas nunca salí. Salí después, detrás de tu camilla. Cierro los ojos. Cuando los vuelvo a abrir me encuentro con el tendal que dejamos. Todo es un bochinche. Voy recogiendo las cosas tiradas en el piso. Guardo tus zapatos en el placar. ¿Hay algo más huérfano que un par de zapatos sin dueño? Así me siento, como un par de zapatos huérfanos. Huérfana. En realidad no hay calificativo para mi estado. Viuda no. La viuda es Magda. Recupero una imagen de la película Viudas. La amante joven llegando con el infartado al hospital. Ella parece desnuda bajo el pilotín corto. La legítima viuda llega después y la echa. Yo fui vestida y no soy joven pero también fui echada. Como a un perro, pienso. Tú, no podrás faltarme cuando falte todo a mi alrededor/ Tú, aire que respiro en aquel paisaje donde vivo yo. [2]¿Hace cuántas horas estábamos juntos, charlando, riéndonos, amándonos? El tiempo de las emociones no suele acompañar al de los relojes. Me acerco a la cama. Nuestras sábanas. Me suena ahora ¿"Sábana y mantel"? Uno manchado de vino/que señal de gozo es/y la otra humedecida/con rocío de querer/que no le falten a nadie/en este mundo tan cruel.[3] Claro que es cruel el mundo. Tú, aire que respiro. Increíblemente cruel. No puedo respirar. Me tiro sobre la cama y sollozo. Ya no me sorprende mi capacidad de sollozar.

Las cuatro sentadas alrededor de la mesa. Esta mesa no es de mármol pero igual es grande. Claro, pienso, Ana tuvo muchos hijos. Me parece que este mantel blanco era de mamá. Me lo confirman. Mamá solo ponía mantel para los festejos. ¿Porque la mesa era de mármol? Mis hermanas se ríen no sé de qué. Últimamente mis pensamientos vagabundean. Me son ajenos. No dependen de mi voluntad. Pájaros asustados chocando contra las paredes. Mantis, ¿estás acá? me pregunta Adriana. Me sobresalto. ¿Estás bien? se suma Marisa. Las lágrimas comienzan a correr por mis mejillas, ajenas a mí. ¿Es por lo de López? arriesga Ana poniendo el tema sobre la mesa. También contesto entre sollozos. Cuando logro tranquilizarme les hablo de vos. Cuánto bien me hace. Un profundo alivio.



[1]Confiería tradicional de San Pedro.

[2]"Paisaje", canción de Franco Simone que canta Vicentico.

[3]"Sábana y mantel", canción de María Elena Walsh.

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