miércoles, 15 de febrero de 2023

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Estamos charlando sobre la inflación y Marisa comenta cuando yo era chica creía que el riesgo de la inflación era que reventaran todas las cubiertas: las del auto, las de las bicicletas, las del tractor; no se iba a poder trabajar en el campo, no habría cómo ir a la escuela. Boba desde nena la carga Juani. El rostro de mi hermana se transfigura. Estoy harta de que nunca me hayan tomado en serio; no tengo la culpa de haber nacido tercera mujer. Qué queda para mí entonces trato de distender el clima. ¡Vos eras la inteligente! exclama con rabia Marisa crecí escuchando a la abuela alabarte, a todos, bah, pero la abuela peor; yo para la abuela no existía. Ni yo se suma Adriana para la abuela solo existían la Mantis y Juani. No se crean que fue fácil soportar las expectativas de la abuela digo. Cuatro pares de ojos depositados sobre mí. ¿Saben qué crecí escuchando?, tengo grabadas a fuego sus palabras: "tus hermanas producirán hermosos niños y Juani manejará La Victorica siguiendo tus instrucciones porque vos, Mantis, tendrás que estudiar; el mundo comienza a serme ajeno, deberás ser la voz del futuro, la responsable de que estas tierras sigan alimentando a los que transporten nuestra sangre, no te olvides..."; nunca elegí nada; yo no quería vivir ni en San Pedro, ni en Buenos Aires, nunca pude plantearme qué quería estudiar; a mí me encantaba leer y escribir, quizá debería haber seguido letras. Se hace un silencio. Yo tampoco tuve opción dice Ana ser la mayor no es divertido; mamá depositó mucho sobre mí; a mí me retaba si les pasaba algo a ustedes "cómo no vigilaste a tus hermanos"; de estudiar, ni hablar; a mí no se me daba mal en el colegio pero nadie consideró que siguiera estudiando; ¿para qué?, a una ama de casa no le hace falta. Suscribo acota Adriana aunque ni siquiera tenía la autoridad que da ser la mayor; mi mundo estuvo limitado desde que nací; ojo, no me quejo, tuve una buena vida aunque ahora que mis hijos crecieron y ya no me necesitan muchas veces me encuentro vacía. Marisa larga una carcajada. Sí, justo, tus hijos no te precisan, vivís con tus nietos a cuestas; después de que se van me contás que no te queda un hueso sin doler. Ellos no tienen la culpa aclara Adriana es por mi maldita artritis. ¿Adriana con artritis? Caigo en la cuenta de cuántas cosas sobre mis hermanas no sé.  Yo estoy satisfecho interrumpe Juani mis pensamientos hago exactamente lo que quise hacer; el campo, mi familia; nunca tuve grandes sueños, no me gustaba estudiar, me recibí gracias a la Mantis; siempre fui de vuelo bajito. Pienso en el extraordinario trabajo que ha hecho Juani por décadas. Qué difícil es valorarse a uno mismo. A mí me parece que otra que volar bajito, sos un Boeing, un Jumbo, un Concorde; La Victorica no existiría sin vos. Espero no estrellarme dice. Todos reímos. De lo que podemos estar bien seguros acota Marisa es de que cada uno, a su manera, obedeció los mandatos de la abuela. Recuerdo que papá decía que él lo que pretendía es que sus hijos fueran buenas personas aporta Ana a él tampoco lo defraudamos, ninguno de los cinco. Mamá hablaba poco y nada interviene Marisa, pero una vez escuché que le decía al tío Jaime "estoy muy orgullosa de mis cinco hijos, yo no hice nada para que salieran tan bien".  No dice Juani nada más que cuidarnos como nos cuidó, fue una madraza, y la mejor cocinera que nunca conocí; Cocina Abierta es un poroto al lado de ella. ¡Ahí salió la opinión del tragón! exclama Ana. Mis hermanos ríen. Yo también. Nos quedamos charlando más de una hora sobre nuestros padres, sobre la abuela, sobre nuestra vida en familia. Sobre nosotros. Regresa la voz de la abuela tu madre me ha regalado a ustedes cinco que son como los cinco dedos de mi mano.

 

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